La suerte a la manera de Sarajevo

Reseña de Raquel Lanseros sobre Sarajevo: los poemas de guerra de Izet Sarajlic publicados por Valparaíso.

 

LA SUERTE A LA MANERA DE SARAJEVO

Raquel Lanseros

 

Hay libros que son un talismán contra el olvido. Sus páginas son capaces de guardar intacto un sentimiento, una época, un lugar. Es como si cada vez que alguien los abre la Historia adquiriese la facultad de desplegarse de nuevo, contraviniendo milagrosamente las más elementales reglas del tiempo. Hay libros, que más allá de su indiscutible calidad literaria,  conforman un tesoro común de memoria colectiva. Sarajevo, del poeta bosnio Izet Sarajlić, es uno de estos libros. No es solamente poesía de la más honda, lírica y verdadera. No es tampoco sólo un valioso recuento de la inmensa atrocidad que supuso el cerco de Sarajevo. Es  mucho más que eso. Sus versos son patrimonio de la humanidad entera y así se erigen, como un símbolo tanto de la crueldad como de la indefensión y la desesperanza que suponen toda guerra. Izet Sarajlić, señalado de forma unánime como uno de los principales poetas eslavos del siglo XX y el más traducido de todos los tiempos de la lengua serbocroata, fue elegido, quizá por el destino o quizá por él mismo, para relatar con forma poética el sufrimiento de la gente de Sarajevo y el horror de la guerra. Sarajevo, recién publicado por la editorial española Valparaíso, reúne la más amplia muestra en español de la colección de poemas del cuaderno de guerra de Izet Sarajlić. Toda una gozosa ocasión, si tenemos en cuenta que antes sólo habían sido publicados algunos de ellos en Chile por el poeta Omar Lara y en España otra parte en el libro llamado Una calle para mi nombre, con una excelente traducción de Juan Vicente Piqueras, que conoció personalmente a Sarajlić. Fernando Valverde ha sido el encargado de la selección de poemas de este libro, del prólogo y de la traducción, ésta última con la colaboración de Sinan Gudžević.

Para apreciar mejor las dimensiones de una tragedia colectiva a veces es necesario adoptar una mirada individual. Así, a través de la vida de Izet Sarajlić, el lector penetra en la magnitud del drama que supusieron las Guerras de Yugoslavia, pero también de conflictos anteriores como la Segunda Guerra Mundial, en la que los camisas negras de Mussolini fusilaron al hermano mayor de Sarajlić, Ešo, que pertenecía a las Juventudes Comunistas Yugoslavas. Izet era el más joven de cinco hermanos, y en el estremecedor poema “Las vacaciones de mis padres” relata cómo sus padres nunca pudieron superar el fusilamiento de su primogénito: /Así mis padres, en el crepúsculo de Herceg Novi, fijan con la mirada el punto que fue su último refugio terrestre. Turismo horrible aquel de la tristeza. No se lo deseo a nadie.// No es la única pérdida familiar que Sarajlić tiene que enfrentar. Durante el asedio a Sarajevo mueren sus dos hermanas Raza y Nina, a quienes el poeta debe enterrar él mismo con la ayuda de sus vecinos, de noche, para evitar el constante peligro de los francotiradores: /Han muerto/o a decir verdad/han sido asesinadas por la necesidad./ Ahora debo buscar en cualquier parte/una nueva hermana,/porque yo no puedo/vivir sin ser hermano.// Izet es el último superviviente de los siete Sarajlić, y permanece en Sarajevo durante los 1336 días que dura el cerco, a pesar de tener posibilidades de irse, como hicieron tantos colegas y amigos. Se convierte de este modo en testigo del cruel infortunio de sus seres queridos, de sus vecinos, de sus allegados: /Una cosa son los dolores del joven Werther,/(…)/y otra muy distinta la suerte de un pueblo./Y yo, poco a poco, me estoy quedando sin pueblo,/es decir,/ sin mí mismo.//  La tristeza se ve simbolizada en los poemas de Sarajlić a través de la lluvia, la incesante y silenciosa lluvia de Sarajevo que es el otro testigo mudo de aquel infierno. Especialmente duro fue para el poeta bosnio la muerte de su mujer, el gran amor de su vida, su compañera inseparable a quien él llamaba Kika, unos meses antes de que el terror se trasladara a Kosovo. La desesperación y el sentimiento de soledad ya nunca más abandonaron a Izet Sarajlić, el poeta a quien la sinrazón “nacionalista eslavo meridional”, como él mismo la llamaba, se lo arrebató todo. En el desgarrador poema titulado V.P., dos letras que el poeta escribió sobre la lápida de su mujer y juego de palabras que significa a la vez Volim (te) puno –te quiero mucho-, y Vojna Posta –el correo militar bosnio-, que tantas veces llevara a Kika las cartas de amor del joven Izet que cumplía el servicio militar, nos encontramos con algunos de los versos de amor más escalofriantes escritos en las últimas décadas: /Pero quizás,/quizás te has muerto/para evitarle a la vejez los poemas/dedicados a ti./Como si yo o mis poemas/hubiéramos podido amarte menos dentro de diez años.//

Izet Sarajlić, el gran poeta de Sarajevo, el poeta testimonial de la guerra de Bosnia se fue despoblando poco a poco por dentro, se fue apagando hasta su muerte en 2002. Su clarividencia, preservada hasta el final de sus días, es un legado vital para todos los que tenemos la suerte de acceder a ella. Fíjense si no en el bello poema titulado certeramente “En el ocaso de la tarde”. Mientras el anciano poeta observa a un joven que toca la guitarra, nos deja estos versos desnudos, fruto destilado de toda la sabiduría humana contenida en una voz: /El muchacho/continúa en la vida,/y el arte,/que para mí era todo,/ el arte,/ créanme,/no es demasiado importante.//