EL ESPEJO DEL SALÓN 

No te mires como si fueras un criminal.
Resultas demasiado seductor, en esta casa Dios no existe.
Nuestro hijo aún no sabe andar
ni conoce Internet y sus sueños rotos.
Aquí sólo reina el amor, es solo una palabra,
mas para ti eso suena a Modernismo.
Me he arrancado los brazos y he hecho cortinas con ellos,
los mismos que te incitaron a escribir,
ceñidos con cintas rojas, antes de que vinieras a hacerme
    una mujer,
antes de que soñaras con mentir y destrozar muchachas,
los mismos que tornan la mañana en noche
y emiten crujidos innombrables.
Parece demasiado fácil ahora decir que no.
El roce de los músculos y este singular amor me paralizan.
Todo tiene su explicación. Todo es eterno, como el vacío
que hay bajo nuestra cama y en las obras de los renacidos.