263. Devorar la íntima sustancia de una llama
El mundo se consume y solo el poeta es testigo -absorto y paciente- de esa transformación. Como en el fuego alquímico, algunas formas se elevan y otras se hunden bajo el peso de su propia imposibilidad de arder, y es ahí donde estos poemas logran entrelazar maravillosamente la levedad y la dureza, la crueldad y la compasión, trazando el vínculo invisible que desdibuja los linderos de lo inerte, para mostrarnos una realidad que está fundida por las virtudes del fuego.
Mientras todos dan la espalda al incendio o lloran sobre las cenizas, este poemario reescribe el instante de la luz y exhuma toda la materia inflamable de la memoria para recordarnos que, a pesar de tanta ruina, hay al menos una batalla que ganamos cotidianamente al desastre.
Pablo Rojas
Autor: Olger Picado
ISBN: 978-84-18694-21-9
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 62
Dimensiones: 13.5 cm x 21 cm
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978-84-18694-21-9
El mundo se consume y solo el poeta es testigo -absorto y paciente- de esa transformación. Como en el fuego alquímico, algunas formas se elevan y otras se hunden bajo el peso de su propia imposibilidad de arder, y es ahí donde estos poemas logran entrelazar maravillosamente la levedad y la dureza, la crueldad y la compasión, trazando el vínculo invisible que desdibuja los linderos de lo inerte, para mostrarnos una realidad que está fundida por las virtudes del fuego.
Mientras todos dan la espalda al incendio o lloran sobre las cenizas, este poemario reescribe el instante de la luz y exhuma toda la materia inflamable de la memoria para recordarnos que, a pesar de tanta ruina, hay al menos una batalla que ganamos cotidianamente al desastre.
Pablo Rojas
Autor: Olger Picado
ISBN: 978-84-18694-21-9
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 62
Dimensiones: 13.5 cm x 21 cm
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MOTIVOS EXÓTICOS
PARA UNA CACERÍA
Hemos llegado al fondo de este breve océano.
Empuñando arbaletas hemos raptado algún pulpo descolorido
que se resiste, sin embargo, a ser expulsado del agua.
A pesar de que el ánimo juega a devorarnos,
sabemos oscurecerlo sin aparentar profundidad.
Por eso cazamos a la orilla de las quebradas,
donde unos puentes de hamaca nos han traído
entre cánticos nocturnos
a la náusea de sus tablas, a sus desplumados cables metálicos.
Hay animales que se revuelcan en la tierra,
si no lo hicieran no soportarían seguir cargando
con la pureza absurda de sus vidas.