Presentación en Hospes Palacio de Los Patos de La estrella invisible, de Nathalie Handal.
La estrella invisible
Nathalie Handal
Poesía en el Palacio – Granada, 3 de octubre de 2014
Javier Bozalongo
Hoy mismo, un periódico árabe señalaba a Nathalie Handal como una de las personas más influyentes de la Palestina moderna. No es de extrañar que así sea si quienes han redactado esa noticia han tenido la oportunidad de leer este libro, y no sólo el libro, sino todo lo que Nathalie ha escrito en los últimos años y lo que de ella se ha escrito en multitud de medios. Residente en Nueva York después de que su azarosa vida la haya llevado a vivir en Europa, América Latina y algunos países árabes, Nathalie ha sabido posar una mirada atenta sobre cada lugar por el que han transitado sus pasos durante estos años y convertir esa mirada en poesía. Su vida cosmopolita no le ha hecho olvidar ni por un momento su lugar de origen, Belén, Palestina, y ha seguido con atención cada acontecimiento para después contar al mundo lo que vio, lo que aprendió y lo que está pasando, investigando sus propias raíces, las de su familia, para comprobar que la información se perdía en el tiempo o había sido destruida. Durante años se ha esforzado por registrar y conservar la mayor cantidad posible de datos, recogiendo todo lo que encontraba -como ella misma dice-, desde llaves de casas perdidas o ya inexistentes hasta los testimonios y las historias que quisieron contarle. Ha sido testigo de la transformación de su propia ciudad, empequeñecida a fuerza de sufrimiento y con sus habitantes convertidos en refugiados esparcidos por todo el mundo.
Nathalie Handal es una poeta norteamericana en la precisión y el ritmo de sus poemas, pero toda su obra está marcada por la dulzura de la tradición árabe, por la musicalidad de una voz melodiosa que en cada poema crece y demuestra la razón de esa influencia de la que hablábamos al principio.
Su reconocimiento en España viene avalado por dos libros anteriores, Las horas suspendidas (Valparaíso, 2012) y Poeta en Andalucía (Visor, 2013), que en ambos casos fueron aclamados por la crítica y los lectores. Su tercer libro publicado aquí, La estrella invisible, se centra en su primera parte en la historia de un pueblo que es la suya propia, obligado a marcharse y a repartirse por el mundo o quedarse a esperar desesperadamente la reiterada masacre a la que es sometido. A pesar de ese sufrimiento Nathalie afirma que siempre vuelve a las palabras de García Lorca cuando decía que “Lo que más me importa, es vivir”. Esas son las palabras que uno debe repetirse a diario para mantenerse firme en la desesperación y saber que lo que todos quieren es encontrar la paz. Y vivir.
Por eso los personajes poéticos que recorren este libro (cito) recuerdan cada sílaba de su nombre en árabe, creen en las estrellas que alumbran su camino y guardan las siete llaves que les permiten siempre regresar. Los habitantes de Belén recuerdan las noches sin luz y saben que hay momentos en que no pueden regresar porque no les dejaron otra alternativa que marcharse, pero saben también que al final del camino habrá una luz (cito): “la noche / en que no existían muros entre nosotros”.
La segunda parte del libro, “Ciudades: La estrella en Latinoamérica”, es un atlas sentimental a través del cual la autora recorre las ciudades que han formado parte de su vida, en las que ha vivido o por las que ha pasado y que de una u otra forma han dejado huella en su historia personal. De la mano de Handal viajamos a Cuba y nos sumergimos en el ambiente del Floridita de los años 40, visitamos La Habana Vieja y desde allí volamos a Dominicana, a El Salvador, al México donde Rulfo se entrevista con fantasmas; bajo el volcán Mombacho de Nicaragua Gioconda Belli conversa con la poeta, Rubén Darío se hace presente en el hotel que lleva su nombre en la Granada de allá o aprendemos que la lluvia puede abandonarnos cuando dejamos de amar en Río de Janeiro. El viaje es largo, pero de cada etapa Nathalie Handal sabe extraer lo esencial y dejarnos en las hojas de este libro un poema que nos invita a volar sin movernos del sillón. Con la ayuda de su palabra y nuestra imaginación aún podemos llegar hacia el final del libro a Perú, Colombia o Chile, para terminar nuestro recorrido ordenando en las páginas finales las fotografías que hemos ido guardando en nuestra maleta poética a lo largo de la lectura para conformar un álbum en el que contemplamos Londres o Marsella, El Cairo o Buenos Aires.
Antes de cerrar el libro y apagar la luz pensaremos en todos esos lugares, en los personajes de esta historia fascinante y sabremos, porque así nos lo dice la poeta en los versos finales, que el principio y el final del viaje está en nosotros mismos, porque somos el viaje, porque lleguemos o no a nuestro destino, lo más importante habrá sido recorrer el camino hasta allí. Escribe Nathalie:
Pero deberíamos haberlo sabido –
siempre encontraremos
la estrella de ocho puntas
de los cananeos,
siempre vestiremos su color rojo púrpura
ya que cualquier dirección que tomemos
nos llevará de vuelta a la misma palabra.
Ojalá la única palabra a la que regresar, de una vez y para siempre, sea la palabra PAZ.