Reseña publicada en la revista Amerika, en Francia, sobre Piedra al pecho, poemario de Carlos J. Aldazábal publicado por Valparaíso Ediciones. Este es el enlace
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Reseña publicada en la revista Amerika, en Francia, sobre Piedra al pecho, poemario de Carlos J. Aldazábal publicado por Valparaíso Ediciones. Este es el enlace
Nueva reseña aparecida con motivo de la publicación de Manual para resistentes, de Javier Lorenzo Candel, núm. 25 de la Colección Valparaíso de poesía. Este es el enlace.
La palabra como salvoconducto, una lectura de “Tributo de Caronte”
Trinidad Gan
Ya en su primer libro Fiera venganza del tiempo, con el que en el año 2005 consiguió el prestigioso premio Adonáis, Carlos Vaquerizo nos sorprendía con la gran madurez de su escritura, tanto desde el punto de vista formal (impecable verso, variedad en el uso de estrofas, reelaboración de las tradiciones literarias) como por el calado filosófico y emocional que los poemas desplegaban en aquellas páginas.
Este libro era el paso inicial de una tarea poética centrada en describir el viaje humano, sus orillas cercadas por ciudades o abiertas a la naturaleza, pero siempre propicias al encuentro con los otros. Y el poeta afrontaba allí esa tarea afirmando la certeza de lo vivido pero también con la incertidumbre que da la dificultad de anotar fielmente cualquier realidad. Así podíamos leer su duda cuando nos confesaba: “Arrecifes, hallazgos cuando buceo tan dentro / que no conozco al hombre / que me impulsa a escribir”.
Deseos y luchas que le llevaban a concluir aquel poemario escribiendo: “…vientos nos conducen/a escribir en los libros y en la vida / la percusión del tiempo y el espanto / de sentirse llevar y la esperanza / de llegar a buen puerto, cualquier día”.
A ese puerto nos acercan ahora los poemas que Carlos Vaquerizo ha recogido en su libro Tributo de Caronte, con el que ha sido ganador del primer Premio Internacional de Poesía Ciudad de Almuñécar.
En sus páginas nos va mostrando, poema a poema, igual que al paso de la luz de un faro, los territorios por donde transcurre nuestra existencia, usando como salvoconducto la reflexión y como equipaje el recuerdo, la evocación de lo pasado que aquí se transforma en regalo del tiempo, lo que ya nos advierte el poeta en el primer poema, Pórtico I, donde escribe: “se nos otorga una segunda suerte de vivir lo vivido: la memoria”
Sus palabras (cuidadosamente escogidas para construir hermosos versos donde el endecasílabo nos trae ecos de nuestra mejor literatura, trabajadas para levantar poemas que van estructurando un libro lleno de musicalidad y de lucidez) nos vuelven visible la herrumbre que acumulan las monedas, esas que todos debemos entregar a cambio de nuestro viaje en busca de felicidad, amor y supervivencia, esas que miden nuestro peaje para el barquero, el Tributo de Caronte, título de la primera parte de este libro.
Aquí desgrana el autor los poemas más contundentes, raspando la superficie de lo cotidiano para revelar las claves de la condición humana, de la memoria, del tiempo, de la duda y de la presencia inevitable de muerte y olvidos. Señalaré tan sólo algunas estupendas páginas, como las secuencias tituladas Tiempo, Transcendencia o Simulacro (donde vemos anotada nuestra íntima paradoja: “La misma meta para cada ser: / desear, perecer, ser feliz sin embargo.”) y los poemas Tránsito, La moneda, Arriba cada día en su naufragio o Hemos multiplicado los panes y los peces, con estos certeros versos finales: “en toda copa, río o cuerpo, nuestro rostro / solamente es, al fin, lo que encontramos.”
Pero también muchos de estos textos nos descubren ese reflejo oscilante de monedas antiguas bajo el agua que tantas veces tratamos de alcanzar: la belleza, encendida como una hoguera siempre, abierta en irregulares y brillantes llamas para compartir con otros.
Quizá por eso el poeta titula Arder en lo bello la segunda parte de su libro y, en ella, incluye poemas sobre el oficio de la palabra, apuntes de lecturas y de cine, notas de viajes, esbozos de paisajes revividos: viaje, arte y naturaleza. Son páginas en las que los poemas nos invitan a compartir con el autor la geografía de sus pasiones. Van trazando un mapa de rutas abiertas que nos han de hacer ligero y transitable el desierto de los años, senderos que tienen en sus orillas las luces del arte: desde la pintura (con evocaciones de Munch y Boticelli), a la palabra poética (como los hermosos poemas Ultra o el dedicado a José Asunción Silva), desde el mundo de sueños del cine (en sus apuntes bergmannianos) a la materialidad recordada de los paisajes que nos hace recorrer letra a letra en las secuencias que titula Hacia Santiago o en Punta Carnero, donde su voz declara: “Solo ante lo perdido, el simulacro / del recuerdo conforma sus figuras”.
En este tiempo de monedas regulares y perfectas, desde las que ya no nos mira el retrato de un hombre sino que se levanta un frío esquema arquitectónico (que pretendiendo ser puente tantas veces acaba siendo atadura o lastre), Carlos Vaquerizo nos devuelve en este libro la antigua moneda del animal humano que somos, la frágil moneda del yo, la ardiente moneda del nosotros, para que, al encontrase su sinceridad poética con nuestra mirada de lectores contemporáneos, la balanza final se incline del lado de la belleza y la poesía nos sirva de armamento cuando hagamos, como escribe él, “un último intento de eludir / el péndulo implacable de la muerte”.
Reseña del poeta Carlos Alcorta sobre el último poemario de Ramón Cote, Como quien dice adiós a lo perdido, publicado por Valparaíso Ediciones. Podéis leerlo aquí.
Entrevista realizada por Manuel Sollo para el programa Biblioteca Pública de RNE, a Jorge Galán, autor de La habitación al fondo de la casa. Podéis escucharla aquí.
La habitación al fondo de la casa, de Jorge Galán, tiene una nueva reseña en Diario de Ferrol. Aquí os la dejamos.
La habitación al fondo de la casa
Las primeras críticas al estreno del espectáculo Jugar con fuego no pueden ser mejores. Aquí os las dejamos.
Os presentamos el canal de youtube exclusivo para Valparaíso Ediciones, donde irán apareciendo entrevistas, reportajes y videos relacionados con la editorial. Podéis verlo aquí.
LA HABITACIÓN AL FONDO DE LA CASA. DE JORGE GALAN.
Comentario para el Club de Lectura MARDELEVA.
La novela se inicia con el Caminante, el que fue llamado Hijo, Bicho, Hombre, Cuentista y Anciano. Un hombre conformado por todos los que fue, y que muere en un acto de creación, un acto mítico, por el que engendra al hijo que dará inicio a la estirpe.
Una estirpe marcada por la soledad, el dolor y la muerte pero también por el amor y la esperanza. La estirpe del caminante se hace historia. Las historias que Magdalena, una anciana que se extingue lentamente en la penumbra, cuenta a su nieto. La memoria de una saga, de un pueblo, la memoria por la que somos y nos reconocemos, por la que todo vuelve a empezar porque como nos dice el nieto, el último hombre “también era el primero”.
Las historias pasan de generación a generación, siguiendo la tradición oral: Magda escucha fascinada las historias que le cuenta su abuela, y que ella contaría a sus hijos y nieto, oírlas era como sumergirse en los libros pero con la ventaja de que las historias de la abuela eran verídicas (105), a pesar de ser “un legado de historias fantásticas” (124)
A través de pequeños relatos, como piezas de un precioso mosaico, nos va introduciendo en dos realidades, en dos tiempos, el antes y el ahora atravesando toda la novela como dos mitades de una misma cosa. Y como augurio de esta fractura, la novela comienza con una frase rotunda:
“Un grito indefinible cortó la noche en dos mitades” En dos tiempos, el antes mágico, el de los espantos y los milagros y el ahora descreído y real. Como le dice Magdalena, la maga, la contadora de historias, a su nieto “nunca me crees nada” y es que cuando el corazón se llena de oscuridad (110) y la vida se convierte en algo terrible se deja de creer.
“Soy una maga, me repite, y aunque la escucho con una atención incansable, monótona, sin límites, sé que ella se da cuenta de que no le creo ni una palabra” (43)
Y un poco más adelante dice Magdalena al nieto:
“…te cuesta creer en las cosas, eres como toda la gente de estos tiempos…” (92)
El tiempo es un elemento muy importante en la novela.
El tiempo es una presencia, lo sentimos en la duplicidad que permite la magia:
-Magdalena y su nieto viven en un tiempo pero pertenecen a otro: “sentado sobre un sillón de tela roída en la penumbra de la última habitación de una casa donde todo pertenecía a otro tiempo, incluso ellos mismos” (52).
-Hay dos tiempo y solo en uno todo es posible: “en ese tiempo que te digo todo era posible y ahora ya no es posible nada porque todo se borró” (92)
Y en el borrar sentimos su transitoriedad, todo termina, “hay felicidades que no tienen regreso” (129); apenas llegamos a ser cuando ya hemos sido. Con el tiempo todo se convierte en recuerdos. “Todo terminara siempre por perderse” (169)
También desaparece la coherencia lineal del tiempo, pasado, futuro y presente se alternan o se funden a su antojo. A veces el narrador, convertido en personaje, nos habla en presente y nos hace cómplices pasivos de las historias como si estuviésemos en la habitación escuchándolo, eternizando el ahora en cada nueva lectura.
El tiempo de lo insólito, lo extraordinario, es también el de las supersticiones, las supercherías, las maldiciones, los embrujos, el fanatismo religioso, la violencia, la muerte y la soledad como último destino.
Aunque nada escapa al destino, ni los mundos reales ni los inventados, en la novela, no es solo una fuerza desconocida que obra sobre los hombres y los sucesos. El destino es, también, la llegada a un lugar último o al amor. Por ello Doña Prudencia no tiene líneas en las palmas de las manos, ella no tiene destino, ella no tiene un lugar o un corazón en el que quedarse para siempre, ella pertenece al viento frío del norte.
Escribir es imaginar y cuando la realidad consiste en sobrevivir, la imaginación, por un momento, nos salva. Creer en lo insólito da esperanza. Un tiempo en el que todo es posible:
Las hermanas que vuelan como símbolo de pureza. El niño milagroso, cuya tragedia es el resultado del fanatismo o de la desesperación por creer en promesas que nunca llegan a cumplirse. La aparición de los tres niños. El poder maligno de Magdalena que despierta al escuchar las palabras mágicas, que son:
“No te vayas a ir sin limpiarme la mierda que me dejó tu animal en la grama.”
No es la magia que se espera, son palabras vulgares, todos hemos escuchado algo similar, cosas sin importancia que nos altera y provoca una respuesta desproporcionada. El rey Midas deseó que todo cuanto tocase se convirtiera en oro, no midió las consecuencias de su deseo y se convirtió en una especie de inválido que no podía ni tocarse a si mismo. El poder de Magdalena al principio parece maravilloso, pero termina siendo más terrible para ella misma que para los demás. Magda se siente atrapada en la maraña de un poder del que no puede liberarse.
Otra manifestación de lo mágico son los sueños: el Anciano y Vicente sueñan con ángeles cuando el amor les llama. Los sueños premonitorios de Magdalena (66). Don Ignacio que espera su milagro por un sueño que tuvo de juventud (73)
Las acciones de los personajes adquieren una connotación mágica cuando son el cumplimiento de un sueño: Magda “…decidió enfrentarse a su destino, como en su sueño, porque todo lo había hecho como en su sueño” (117). Prudencia “…yo soñé con usted y por eso vine”(165)
Esta realidad insólita, fantástica, nos recuerda el llamado realismo mágico. Pero hay una diferencia. Una de las características del realismo mágico, es que los sucesos extraordinarios forman parte de lo cotidiano, nadie se asombra, no se ocultan, porque hay una continuidad entre lo real y lo irreal, no hay una ruptura entre ambos espacios. En la novela de Galán, los personajes, sí ocultan sus poderes, temen no ser comprendidos y además hay una cierta ruptura pues aunque el espacio sea el mismo, el tiempo no lo es. Constantemente tenemos la percepción de dos tiempos el mágico y el real.
Lo religioso también tiene una gran presencia en la novela. Los diversos personajes creen a su manera, adaptan la religión a lo cotidiano, a sus necesidades. Por eso doña Marcela le dice a su marido: (él solo toma cosas frías para desayunar)
“… ¿es que no ves el frío que hace?….por eso te hice mejor el chocolatito caliente, no seas desagradecido, mira que Dios se fija en esas cosas”
Hay numerosas referencias a la mitología cristiana: el niño que anda sobre el agua como lo hizo Jesús. La mujer que concibe sin conocer varón como la virgen María. Los niños que llegan por el río como Moisés en la canastilla. Ignacio Sánchez, al igual que Jesús en la cruz, dice “¿Por qué me abandonaste, por qué…?” 89
También nos habla del destino irrelevante de las mujeres, condenadas vivir a la sombra del hombre, o del destino trágico como las mujeres fantasmales que esperan sin esperanzas, y como unas niñas se rebelan contra ese destino al jurar que jamás serían ni unas amargadas ni unas beatas 68
Por último, cuando terminé de leer “la habitación al fondo de la casa” me pregunte a qué olía una novela en la que el sentimiento, la emoción, la espera o incluso la oscuridad huelen.
A Genaro Alberto le vino el amor cuando se le llenó la cabeza de un olor desconocido, Vicente fue concebido bajo el aroma de los jazmines silvestres. La tristeza olía a crisantemos 116. Cada calle tiene su propio olor, una huele a urinario, otra a mar, otra a rosas…. En La habitación donde Magdalena cuenta sus historias, huele a sudor y a medicina, en una “casa con olor a excrementos de gatos y a oscuridad, porque la oscuridad se ha densificado, ha adquirido forma, peso, olor…”196
No sé a qué huele esta novela, pero me gustaría creer que a algo dulce como el beso torpe e inesperado, el que Magdalena recordó toda su vida y le supo a dulce de conserva. Porque las cosas sencillas como el sabor del coco y el chilacayote en unos labios, “es lo que permanece para siempre” 120
Dice Almudena en el prólogo, que la escritura de Jorge Galán, es “sabia, limpia y tersa”, yo añadiría, ágil, fluida y poética. Leemos sin notarlo, dejándonos llevar por historias que nos conmueve, nos intriga, nos hace sonreír o se nos cae alguna lágrima.
Es una novela que no solo entretiene sino que enseña, transmite mensajes, nos hace pensar sobre la amistad, el amor, el paso del tiempo y preguntarnos ¿qué hacer con lo vida? ¿Quiénes somos?
Es una novela extraordinaria que nos habla de una época en la que los amores lo eran para siempre, lo mágico formaba parte de la vida, y los jazmines salvajes “parecían hechos de agua llovida” (46)
Juana Macías Moreno.
10/1/2014
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JORGE GALÁN. Poeta y Escritor, Nació en San Salvador, El Salvador, 1973. Licenciado en Letras por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Ha obtenido varios premios literarios a nivel nacional e internacional.
Premios Obtenidos: